miércoles, 16 de mayo de 2007

Sobre tus pasos.

Y parece de nunca acabarse. La historia se repite decía Nietzsche mientras se comía una manzana que le había pegado en la cabezota.

Conoces una mina. Viene a tu casa. Se acuestan una vez, esta bien para mí también, te dice ella mientras se cambia para irse. Vuelve a venir una semana mas tarde, se acuestan otra vez, esta bien para mí y para ella también, pasan cinco días y vuelve a venir y pasa lo mismo. En los siguientes tres meses la historia se repite cíclicamente, oscilando entre cinco y siete días la visita con cena y sexo incluido. Hasta que de pronto porrazo, viene a tu casa, comen, y vos no sabes si fue la comida o que, pero ella dice que esta cansada, que mejor hace la digestión en la cama y no con free Jazz como siempre, que apague la luz, que solo son cinco minutos, que si total queda toda la noche por delante, y por atrás como mas te gusta, que no te preocupes que seguro que se me pasa, que veni conmigo, dale que me da lastima.

Pero vos no tenes ganas de jugar al dormido, eso quedo atrás cuando no querías ir al colegio, entonces enseguida pensas, y en tu cabeza aparece esa frase que reverbera ..." cuando vos no querías", y como la humanidad estudia casos históricos para predecir futuros ignotos, vos empezas a ver que esto ya te paso, que conoces como termina, que no van a ser cinco minutos, que esto es el principio del fin, que el plato volverá a ser para uno solo, porque ya no importa que cocines porque el postre no volverá a ser el mismo, y empezas a preguntarte que carajo esta haciendo esa persona en tu cama, que tiene que ver el alimento y el sexo con eso de andar apoyando la cabeza en TU almohada, la que te regalo mama para dormir, robándote tu intimidad mas profunda, hurgando ahí donde nadie entra, y, empezas a verla como a una extraña, te levantas, acercándote de apoco para que no se despierte (porque tampoco sos jodido, acordate que te dieron la medalla del mejor compañero en ese colegio al que nunca ibas) y a pocos pasos de penumbra ves esa tranquilidad, esa sensibilidad suprema que son los cabellos de una mujer en una almohada, esa almohada que la abriga en una noche fría, esa almohada que siempre te cubre a vos, y vos no sos egoísta pensas, mientras volves a acordarte de la medalla que en realidad te la dieron a vos porque Felipe había faltado y Raúl también, aunque Martita había estado enferma y tampoco fue, en realidad entre el paro y la lluvia habían ido muy pocos y te la dieron a vos mas de lastima que por otra cosa, ¿lastima a mi? te repetís mientras sujetas tu almohada y ella mueve sus piernas por ultima vez.

1 comentario:

Anónimo dijo...

che,
te diste cuenta de que jamás podrás resolver -ni escapar- del edipo?