jueves, 30 de agosto de 2007

La felicidad

Ninguna explicación guarda una certeza absoluta, mucho menos una que dé cuenta de la vida de un brasileño, pintor, narcotraficante, encerrado en una cárcel colombiana de máxima seguridad. No hay detalles absolutos a la hora de narrar esa vida, pero sí puede decirse que un día Felipao se despertó sin sentirse feliz. ¿Lo había sido alguna vez? Como hasta el momento eso nunca había consistido en algo importante, no podía saberse. Todo relato presenta sus carencias y la imagen misma de Felipao, infeliz y encerrado en una cárcel colombiana, es la prueba. Con ese pesar, logró levantarse: al menos no estaba deprimido. Salió de la celda, que siempre permanecía abierta, saludó a un guardia, el guardia se extrañó por el saludo, pero igual lo respondió con otro. Pensó que Felipao iría a caminar por ahí, o jugaría al básquet, o, aún sorprendido por el saludo, el guardia llegó a pensar que de una vez por todas, luego de haber atravesado por esa calma introspectiva que, para el guardia, era común en todos los artistas, Felipao regresaría a su arte, a pintar esos cuadros que a todo el mundo asombraba pero que nadie entendía –o todos daban interpretaciones diferentes, y como al discutir sobre la obra del brasileño nunca llegaban a ponerse de acuerdo, lo único que les quedaba para salir de la discusión y no matarse unos a otros, era concluir que lo que hacía Felipao sin duda era bueno, pero también incomprensible para ellos–. La oscuridad misma de Felipao era todo un espectáculo y también lo que indicaba la prudencia del respeto y el silencio. Por eso el guardia no hizo más que saludarlo y quedarse quieto, con la vista fija en el brasileño que salía de la celda y que lo había saludado pero que no le dijo que se había despertado sin sentirse feliz. En un momento, a unos pocos pasos del guardia que todavía lo observaba inmóvil pero con ganas de huir, Felipao se detuvo, giró y regresó hacia él. El guardia tomó el arma, apuntó a Felipao y entre temblores, le dijo que se detuviera, que dejara de caminar, que regresara a la celda. Felipao sonrió y le dijo al guardia que se decidiera, quedarse quieto o caminar, pero no las dos cosas al mismo tiempo, y después le dijo que no había nada que temer, sólo andaba en busca del lugar más solitario de toda la cárcel. El guardia, que a esa altura ya había mojado los pantalones y que aún permanecía con el arma en la mano, balbuceó una palabra ininteligible. Felipao le pidió que le repitiera lo que había dicho. El guarda no hizo más que tartamudear hasta que al fin, en un grito desesperado, dijo que el lugar que Felipao tanto buscaba era la biblioteca, que ahí nadie lo iba a molestar, al menos que fuera alérgico al polvo, porque eso era lo único que había allí, polvo, además de libros, dijo el guardia, pura suciedad. A Felipao el lugar le pareció perfecto y comenzó a caminar pese que aún no lograba sentirse feliz.

martes, 28 de agosto de 2007

El silencio

Un día, sin embargo y sin que nadie supiera por qué, Felipao dejó de pintar. Se mantenía taciturno, silencioso, sin acercarse ni dirigirle la palabra prácticamente a nadie. Al principio ese desinterés por la pintura comenzó a llamar la atención, pero no fue más que al principio, luego todos siguieron con sus miserias, penas y esperanzas de libertad. No fue que se olvidaron por completo de Felipao, sino que tan sólo Felipao dejó de ser el centro de atención; todos aceptaron que lo mejor era no decir nada sobre él y que mediante esa ignorancia necesaria Felipao perdería su resplandor. Perdido o no, lo cierto fue que muchos llegaron a pensar que Felipao había muerto; incluso, algunos decían que Felipao se había vuelto invisible, o que siempre lo había sido; por eso sucedían esas muertes de las que todos veían sus huellas –los cuerpos en los aros– pero de las que nunca nadie había visto nada. Pero Felipao no había muerto, tampoco se había vuelto invisible, o al menos nadie podía asegurarlo porque si alguna vez Felipao contó con ese triste poder, en el momento en que se hacía invisible, por callado y taciturno, nadie lo veía desaparecer.

viernes, 24 de agosto de 2007

Correspondecia (o las posibilidades de ella)

"Mira al chico que tiene enfrente y descubre su mirada intensa de infante desvalido,quiere hablarle, pero él ya bajó sus nocturnas ansiedades hacia el texto que leía antes de encontrarla, hola, al menos, nada, él se fue a su lectura y no regresa. Cierra los ojos y espesa el aire que recorre sus pulmones. Siente su respiración con delicadeza, pensando que es algo sagrado pero táctil. Así, serena, agudiza sus sentidos hacia ese cúmulo inestable que se gesta en su centro más íntimo; pero es una inestabilidad liviana y complaciente. Hace un esfuerzo, pero su boca se mueve silenciosa, las palabras no salen. Estática, piensa en la sangre que espolvorea su cuerpo. Las palabras se esfumaron, repite atónita, se esfumaron sin permitir la unión que pueda explicar. Una parte de su cuerpo se acomoda con ligereza, se reencuentra con sensaciones olvidadas y mira desorbitada a la otra mitad, la mitad inquieta, la mitad que palpita y busca alguna forma que la identifique, así y todo con un dejo de placer que sobresalta. Ella se adormece tranquila, pero una frágil inquietud reboza sus párpados, una inquietud peligrosa de una belleza inigualable. Si me vuelve a mirar le sonrío... Siempre le resultó sencillo escribir el dolor, poner en palabras un pinchazo agudo que sacude el cuerpo y dejar la mente destrozada. Pero ahora todo lo que tiene es una ansiedad que es una especie de vibración entre luces indefinidas. Una mirada suya, es todo lo que quiere, que vuelva hacia ella sus noches expectantes, quiere uno solo de sus insomnios. Sus ojos insisten con un mensaje terminal: intercambio niebla por alba diáfana. Pero él se baja y sus ojos transitan otros seres."

De: M.

Para: F. (jirafa menor)

jueves, 23 de agosto de 2007

Posibilidades

Salí del departamento y pude comprobar que londres no solo es una posibilidad inglesa. Por unos segundos, Buenos Aires era un terraplén de blancura húmeda, un tanto fría, un tanto asfixiante. Caminé por rivadavia hasta callao, con sueño, como arrepentido de haber salido de esa comodidad tan intensa y única llamada cama. Tomé un colectivo, junto a otra gente. Todos con el mismo ánimo, iban. Un tanto dormidos, impulsados por la tracción de un motor que, estando quietos, los movía en su propio movimiento -el movimiento del motor-. Me puse a leer un trabajo de un polaco sobre un norteamericano. Lem sobre Dick. Y entre tanta crítica, teoría y ciencia ficción, a veces levantaba la vista para observar a la chica que estaba sentada frente a mí, muy linda por cierto. Leía, miraba, volvía a leer. Finalmente, luego de 45 minutos de movimiento continuo, el colectivo llegó a destino. Bajamos, en un impulso vital que nos sustrajo de la única posibilidad de huir de lo que creemos que es la realidad.

Un poco de nostalgia, chiribim chiribim chim chim

Me encanta que todavía haya gente que se acuerde de esta gloria. Pero repudio que esta gente tenga una actitud condescendiente con el artista y agregue una frase como la del final. No sería más lindo todo si ella siguiera en la TV?

Recuerden chicos: Calamaro dijo "All you need is pop"



lunes, 20 de agosto de 2007

él y ella (al fin apareció la poesía jirafiana)

él: Qué hermoso es el jardín tras el cristal,
princesa de vestido color rosa.
Qué bella su figura, es de una diosa;
me da fuertes deseos de animal,

y quiero ya invitarla al sexo anal.
ella: ¡Ay, joven, ¿por qué dice usted tal cosa?!
él: ¿No tiene usted la concha un poco acuosa?
ella: Usted es atrevido, ¡que informal!

(Entonces, ofendida, ella se aleja.)
él: Espere, mi tesoro, no se ofenda
(la mira: muy canchero, alza una ceja).

ella: Merece que le dé una reprimenda.
él: No importa, si después me da la almeja…
(Más tarde los dos fueron de cogienda.)

by TrashSonetos

domingo, 19 de agosto de 2007

Tristeza não tem fin

¿Cuál es la cantidad de tristeza
que puede soportar el cuerpo de
un humano un día como hoy?

sábado, 18 de agosto de 2007

Felipao

Ese crimen resonó en toda la prensa colombiana. Un titular dijo “el arte y la perversión”, y debajo dos fotos: una, la del cuadro pintado por Felipao; la otra, la de Felipao esposado.
De todos modos, la cárcel no resultó algo malo. Allí, Felipao no hacía más que pasar sus días tranquilo, sin que nadie lo molestara. Por eso, la cárcel no era algo malo, después de todo. Había que cuidarse, eso sí, como en todos lados, pero eso a Felipao ni si quiera le preocupaba. En verdad, todo el mundo se ocupaba de Felipao, incluso hasta los que deseaban la muerte del brasileño, incluso aquellos que tenían motivos viscerales para asesinarlo en el patio, en las duchas, en la celda, en los pasillos, en la cocina o donde fuera, incluso esos no hacían más que añorar y, quizá, hasta soñar con la muerte de Felipao. Pero sabían que eso era todo, que no podían pasar de allí. Felipao, el pintor que traficaba o el traficante que pintaba, no hacía más que descansar, a veces jugar al básquet, y después pintar hasta que los brazos parecieran escindírseles del cuerpo, pintar hasta que el cansancio le nublara los ojos y no quedase más que aspirar cocaína para seguir y seguir, porque cada vez que pintaba, Felipao lo hacía como si esa fuese la definitiva, la última, por más que estuviera consciente de que al otro día volvería a ver el anochecer. O al menos eso parecía, eso era lo que todos pensaban cada vez que veían al brasileño frente a un cuadro. A ese negro de mierda se le van a salir los ojos, no hace más que pintar, todo el día ahí, dale que dale al pincel, si no lo hubiera visto en acción cuando estaba afuera, diría que es flor de marica, ahí, el negro ese preocupado por sus cuadros. Y así y muchos otros más eran los comentarios que todos hacían respecto a Felipao, cada vez que lo veían, a cada momento en que el brasileño se ponía de pie frente a las telas, enseguida se escapaban los comentarios. Todos pensaban que Felipao no los oía, pero lo cierto era que no sólo Felipao, sino también sus seguidores le prestaban atención. Ni bien se conocía la identidad de aquél que había dicho algo respecto a Felipao y su arte, de inmediato, como una tormenta imprevista que en cuestión de segundos arrasa con todo, el cuerpo de esa persona aparecía en el patio, colgando de alguno de los aros de la cancha de básquet. A veces colgaban del aro que decía “locales”, otras del que decía “visitantes”. No había una lógica respecto a eso. Lo único que siempre sucedía, fuese en un aro o en el otro, eran cuerpos desnudos, repletos de heridas, y ahí permanecían hasta desangrarse por completo, sin que importara el olor putrefacto, las moscas, los gusanos y demás aves de rapiña que ayudaban a desmembrar más rápido ese cuerpo que en vida no había tolerado el arte de Felipao.

viernes, 17 de agosto de 2007

Where did you sleep last night?

Casi ya no puedo mirarte sin preguntarmelo. Y me pregunto si preguntarmelo tiene sentido. Y me pregunto porque deberia tenerlo.....

"My girl, my girl, don't lie to me
Tell me where did you sleep last night
In the pines, in the pines
Where the sun don't ever shine
I would shiver the whole night through"

jueves, 2 de agosto de 2007

El astronauta.

Predisponerse a escribir, esa es la clave. La predisposición a cualquier tarea quizás sea la consecuencia de su logro.

Un hombre se levanta, se lava los dientes y en este lado del mundo, (mas probable que en otras latitudes), calienta una buena pava para empezar a tomar sus mates de la mañana. Nada de todo esto puede hacerse sin estar predispuesto. La predisposición es una inefable mezcla entre estimulo y motivación, clásica pirámide de lo que la psicología ha intentado explicar por años; la voluntad. ¿De donde vienen las ganas de hacer algo? Son estímulos exteriores o motivaciones internas, o simplemente un poco y un poco. Así el hombre que quiere levantarse, pero que también sabe que la pava no se calentara sola, decide ejecutar un proceso que su boca ya estaba saboreando.

Esta todo listo. El afuera y el adentro trabajan al unísono para encarar la primer pagina en blanco. Y de pronto. Nada. Vació, tiempo y vació. El escritor repasa todas las teorías psicológicas agarrando un volumen explicativo de su biblioteca, pero en realidad busca una respuesta a algo que ya sabe, y sin embargo, no quiere aceptar. Sabe que tiene ganas y que de no terminar el trabajo pronto no podrá cobrar lo que necesita para vivir. Deja el libro mientras se le ocurre la entupida idea de vender toda la biblioteca y esperar a que los avatares del destino le indiquen una pagina que valga la pena ser escrita. Obviamente el sabe que no vendería ni un solo volumen. Ni por sus hijos. Bueno por alguno de los tres si, piensa mientras se ríe por vulnerar los dogmas de la equidad en el querer.

Riéndose vuelve a su maquina que lo espera tan blanca como cuando se fue. Esa es otra idea recurrente en el. Siempre espera que alguna letra este escrita, una letra es el principio de algo pero sobre todo es el fin del vacío. El vacío, se repite mientras el agua se enfría. Perfecto, un nuevo móvil para levantarse y ver si a la vuelta hay alguna letra. Se va, vuelve y se va. Un escritor es peor que una novia primeriza piensa y vuelve a reírse. Ahora si, ahora si, se intenta convencer en una actitud que se asemeja mas a un personaje de película de acción que a un escritor en actitud contemplativa. Pero ahora, vacío. Ya no puede ni reírse y escucha a Picasso diciendo; “ un pintor es una persona que se levanta todos los días a las 5 de la mañana a pintar”, y el piensa que en realidad no a las 5 pero a las 7 seguro, y que pueden hacer 2 horas de diferencia. ¿ Quizás debería haber sido pintor?. Pero no tiene ni estímulos ni motivación, ni de adentro ni de afuera no hay nada que te haga agarrar un pincel.

Y de pronto, la idea. Eso que estaba esperando. El sabe como verbalizarla, por eso es escritor y no cirujano, además de porque le da miedo la sangre. La idea es algo increíble cuando aparece. Es otra de las cosas que la psicología en comunión con Pink Floyd no han podido explicar. Pero el escritor sabe que podría diluirse rápidamente si no la anota en algún lado mas confiable que su memoria. Pero cuando la escribe que tan deslucida queda, tan sosa, que a pesar que se esfuerce a penas puede reconocer que tamañaza porquería haya provocado una vuelta tan rápida del baño. Es que escribir es pensar piensa en letras. Y en seguida encuentra con la vista un tomo de Wittgenstein que no piensa tocar, aunque sabe que el lenguaje es el caballo del pensamiento como dijo Marti, y que si lo abriese en la pagina justa quizás podría recuperar una idea que supo brillante, una idea que ahora solo parece añorar a la distancia. Pero no. El sabe que nada tiene que ver con nada y que la mecánica quántica es una porquería posmoderna que lo único que logra es enfriar el agua del mate entre razonamiento y razonamiento. Las cosas están igual que al principio pero con dos horas mas o menos depende como se piense, de vida.

Mira la hoja y ya no piensa. Vació. Sin duda la profesión del escritor es lo mas parecido a la de un astronauta. Donde hay que salir de un mundo conocido vagando por el espacio para ver si en algún momento se puede aterrizar sobre suelo firme. Pero los astronautas tienen muchos estímulos externos, en cambio los del escritor siempre vienen de adentro, por lo tanto son mucho mas peligrosos. Sin duda el preferiría enfrentarse a un monstruo intergaláctico que a su pasado, y ni hablar de a su futuro, porque si no escribe algo coherente el mes que viene no comerá. No hay peor monstruo que el hambre. Lo aflige pensar eso, pero el no es periodista así que hay lenguajes que no le están permitidos. Piensa en la guerra, mira la hora. Piensa en la reconstrucción y se pregunta si podría tomarse la licencia, si tal vez el pudiera una vez, un poco, porque en realidad no esta del todo mal que por una sola vez, no dos ni tres, sino una sola vez el pueda escribir sobre lo dificultoso de la escritura como lo hacen tantos autores, pero enseguida nace un gigante grito de NO como una de sus mejores motivaciones internas. El no es como los demás, el hace las cosas diferentes, el jamás escribiría contando algo tan intimo, esa es la peor miseria del escritor piensa saboreando las palabras en su boca y se da cuenta que esta empastada, que las palabras no fluyen por falta de saliva y descubre el gran impedimento de esa mañana; todavía no se ha lavado los dientes. Así que dejando la maquina en su lugar, en blanco, empieza todo desde el principio como corresponde a un buen escritor que quiso ser astronauta.