miércoles, 27 de junio de 2007

Surmenage

Entra una persona corriendo a los gritos, llora, me mira, llora, me mira, repite la secuencia de llorar y mirarme, pero mis dedos van mas ligeros por el teclado de sus mejillas y la oigo sin escucharla. Me mira, llora. El proceso se repite entre los diptongos de mi texto, y entre las palabras esdrújulas se huele a congoja, esa congoja que concentra en la humedad del llanto el mal olor. Pero a mi nada me distrae, le digo que no quiero interrumpirla, que siga, pero ella llora y me mira, me mira y llora, y a mi me gustaría interesarme pero el cadáver exquisito me reclama en un teclado que bombardea pasados apelmazados, un pasado que se acuesta sobre las teclas justas hasta formar las palabras indicadas de desprecio. Ella me mira y llora, ya casi no puede llorar pero yo si puedo escribir, y eso nos distancia, y su llanto se diluye adentro mió, como que se pierde, como que no hay lugar para mas de eso, como que ya se vio y se vivió y se entendió y paso. Y tanta agua que cae ahoga mis palabras, y si no digo nada no me importa pero si hablo no la escucho. Entonces ella me mira y llora, y para. Pero en realidad no paso, porque ella me mira y llora de nuevo justo en el momento donde un glóbulo me acercaba la palabrita, esa que iba bien ahí, me acercaba la irremplazable, la imprescindible, esa que no puede faltar, porque me moriría si no la tuviese cerca, esa que es una mezcla de plegaria y preposición que reza un gigante adiós en la mirada.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy lindo texto!
Besos!

Anónimo dijo...

poco a poco tus textos se me tornan interesantes... brindo por eso y espero que lo hagamos alguno de estos días con verdadero alcohol de por medio
abrazo agazapado