jueves, 11 de octubre de 2007

Buenos Aires

Aún no estaba seguro sobre qué iba a tratar, pero sin duda ése era el nombre que debía tener. Espéreme un momento joven, creo que lo tengo por acá, entre estos libros, a ver, sí, acá está, tomé, léalo, sí, ahora, cuándo si no, jamás lo publiqué ni pienso hacerlo, eso es lo primero que escribí en mi vida, lo más difícil quizá, y eso me lo llevo a la tumba, usted es el primero en leerlo, pero eso no me preocupa, confío en su silencio, o en el arte de su reproducción, en todo caso. Regreso enseguida, mientras tanto, léalo.
“Solos en pleno ascenso hacia la colina en la que estaba su casa Anselmo jamás iba a pensar que a mitad de camino su esposa moriría de un paro cardíaco así sin más de improviso y tampoco Anselmo imaginaría que en el momento en que le dejara de latir el corazón su mujer caería hacia atrás quizá llevada por el peso de las bolsas de patatas que cargaba en su espalda y comenzaría a descender en un sin fin de vueltas hasta que un camión que venía en ascenso le pasaría por encima como si no hubiese atravesado más que un simple desperfecto del asfalto para luego esparcir partes de su cuerpo y de su sangre por todo el cemento. Anselmo jamás imaginaría ser testigo privilegiado de todo eso así como su esposa Felisa nunca pensaría que esa misma mañana cuando se preparaba para bajar al pueblo a realizar las compras de la semana junto a Anselmo iría al establo y se encontraría con su hijo Francisco dormido desnudo y abrazado junto a su tío el hermano de Anselmo Rodrigo que estaba en las mismas circunstancias que Francisco su sobrino el hijo de su hermano. Mucho menos iba a pensar que en ese preciso instante en que ella entraba al establo Francisco abriría de a poco sus ojos marrones claros y la vería a ella de pie en un silencio inmóvil y abrupto y notaría cómo de los ojos de su madre descenderían dos lágrimas indiscretas tan abruptas y tan inmóviles como el silencio. Tampoco debería haberse imaginado que así como se despertaba su hijo también lo haría su cuñado sólo que Rodrigo a diferencia de Francisco no permanecería sobre los fardos sino que haría la manta a un lado se levantaría con suma rapidez revelaría la desnudez de su cuerpo a su cuñada y como un loco iría en busca de su ropa se vestiría y huiría de allí sin mirar ni decir nada a nadie. Francisco por su parte no imaginaría que la madre luego de haber visto esa situación le diría que lo esperaba el desayuno y también su padre que le daría algunas tareas para realizar en el campo mientras ellos descendían al pueblo a comprar lo necesario para la semana y luego de todo eso Felisa daría media vuelta y regresaría a la casa como si no hubiera sucedido nada. Pero lo que nunca nadie jamás imaginaría era que Rodrigo sumamente angustiado por la posible y más que segura reacción de su hermano luego de llegar a su casa y meditar por largo tiempo sobre qué hacer huir o enfrentarlo y decirle que después de todo ambos estaban enamorados abjuraría de ambas posibilidades tomaría su escopeta se subiría a su camión para ir en busca de su hermano con la firme decisión de matarlo y luego hacer lo propio con Felisa. Finalmente Rodrigo jamás iba a imaginar que en el ascenso a la casa de su hermano le pasaría por encima al cadáver de Felisa pero sin darse cuenta y que recién se detendría al ver a su hermano que lo miraría con el mismo silencio tan inmóvil y abrupto con el que a la mañana los habría de sorprender Felisa. Rodrigo no soportaría que Anselmo ignorante de todo lo que habría ocurrido con su hijo lo mirase de ese modo y entonces tomaría el arma del camión y le dispararía dos veces al cuerpo de su hermano que caería sobre el asfalto pero a diferencia de Felisa sin rodar ni ser aplastado por nadie. Pero aún habría algo que escaparía a la imaginación de todos y es que en el momento en que Rodrigo dispararía sobre Anselmo Francisco se enroscaría una soga al cuello y la sujetaría al aljibe y se arrojaría por el agujero y moriría con dos lágrimas rojas que surcarían sus mejillas pero que nadie jamás vería ni Anselmo ni Felisa porque estarían muertos y tampoco Rodrigo que nunca lo encontraría y que nunca se le habría ocurrido mirar en el aljibe y que entonces se suicidaría con el mismo arma con que mataría a su hermano porque antes que el abandono preferiría soportar el peso fugaz y devastador del plomo. Todo esto recién lo descubriría o lo imaginaría un brasileño llamado Felipao que llegaría a la mañana siguiente y vería a los dos cuerpos en el asfalto luego subiría hacia el establo para al fin dar con los restos de los otros dos y entonces miraría en su mano las palabras que escribiría al escapar de la prisión y comprobaría con cierta sospecha que su destino una vez más luego del ascenso estaba cifrado.”
Veo que ha terminado de leer, bueno, ahora sabe por qué eso jamás debe leerlo nadie, eso no es más que una mera aproximación hacia mi propio abismo. Usted tal vez se pregunte por qué no lo he destruido, quizá no, digo, tal vez nunca se preguntó eso, pero sepa que yo sí lo he hecho, es más, todos los días lo hago, por más que lo lea muy cada tanto, cada vez que pienso en ese relato no hago más que preguntarme qué es lo que me lleva a preservarlo, pero luego viene un momento de calma y de esclarecimiento, y ahí es cuando me siento, sonrío y me pongo a recordar mis días en el encierro colombiano, y luego observo todo esto, estas paredes, estos muebles, estos libros hasta que al fin me acerco al balcón y observo el jardín botánico. Ahora bien, necesito, antes de que se vaya, que me cuente cómo es que me descubrió acá, en Buenos Aires.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Jirafa menor... palabras mayores! Me encantó! Increíble la facilidad con que sostiene oraciones tan largas y tan bien escritas.
Como (no) siempre, voy a destacar mi frase favorita de este texto. "confío en su silencio, o en el arte de su reproducción, en todo caso". Impresionante!!!
Besos y see u 2morrow.

Jirafas dijo...

lmj, la llame a su casa y no me atendio, fijese en su contestador... ;)

besos
hasta bubamarañana

Anónimo dijo...

no lo voy a leer pero como soy buena t dejo un comentario jaja

liber

Rosa Lejana dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Rosa Lejana dijo...

(nota: el autor que suprimió la entrada fui yo; me quise hacer la graciosa y me salió mal, je)

Ahora sí, el comentario:

Qué grande Filipao! Una vez más, me encantó lo que escribiste. Esta vez por dos razones: 1- el texto mismo. 2- la confirmación de una sospecha que hace tiempo venía rumiando (te la digo en un único endecasílabo):

¡un macho que se precia no usa comas!

: )

Pd: Gracias por defenderme, no hacía falta, pero gracias de todos modos

Anónimo dijo...

Escuché el contestador a las 12 de la nochie, cuando volví a mi casa y me reí sola, jaja. Es más, pensaba dejarte otro diálogo bizarro a tu contestador. Pero bueno, pa develar el misterio, te llamé antes de haber hablado contigo cuando estabas en el territorio virgen de las universidades.
Besos y see u.

Anónimo dijo...

Ustedes saben que al que más me confunde el tema de las jirafas es a mí, no sabía que usted jirafa menor era el autor de felipao, en todo caso, su f. y que me haya dicho tocayo, implica que tiene mi nombre o que somos tocayos en otra cuestión más incomprehensible?

Independientemente de esto, otra pieza extraordinaria la que nos trae y concuerdo con voce, se descubren tantas cosas en Buenos Aires...

Saluditos!!!

Rosa Lejana dijo...

Obviamente, con lo de las comas, me estaba refiriendo al texto del mismísimo Filipao (El descenso).





Rosa (también conocid@ como El Acosador Del Karaoke).


Saludos

Anónimo dijo...

Rosa, y usted no sabe cómo se aprecia felipao!!

Desde aquí, un beso

f.

pd: lo que nunca comprendí de aquel comentario que dejaron en tu espacio es cómo mierda se hace para acosar a alguien desde un karaoke!

Rosa Lejana dijo...

yo tampoco...
y me corrijo: El ascenso (error que demuestra que entiendo todo al revés).

: )

Anónimo dijo...

Muy bueno Filipao
me gustó mucho