jueves, 18 de octubre de 2007

parque cívico

Como todavía no sé cómo llegué a esto, intentaré recapitular mi vida. A partir de ahora en más compartiré con vosotros mis más grandes experiencias de pequeño. Las que han determinado que esté así. Hoy: Los juegos del Parque Cívico.

Uno de los más grandes golpes que me di de niño fue en el múltiple de los juegos ubicados al lado del Parque Cívico de Berisso; parecido a una plaza, en realidad es un sector del Parque donde se ubican las hamacas, la calesita, los sube y baja, los aros, la pequeña calesita para cuatro y el mencionado múltiple.

Ese golpe que me di pudo haber determinado que yo quedará así de bobo o así de brillante, todavía no terminó de saber si es que me acomodó un par de ideas, o si directamente las desafectó por completo. Si quieren les comento como fue, sí? Bueno, resulta que estaba yo en lo alto del múltiple, el que no sabe lo que es, que lo imagine porque no pienso explicarlo ahora (dudas => salgan a la calle viejo). Estaba yo en lo alto, y no iba a bajar por el tobogán porque mi hermano mayor había bajado por lo que en su momento fue una trampa de redes de cadena, ahora no sé en que estado estará, pero no me dispersen, lo único que recuerdo es que en ese momento no había nada, un par caños, con ganchos, cero cadenas, vacío y tres metros de altura apróximadamente.

Mi mente es extraña, dicen que los recuerdos son construcciones, los míos se construyen a partir de instantáneas, recuerdos viejos y nuevos, imágenes que creo recordar, reales o soñadas, se me presentan como fotografías que yo tengo que unir con nexos causales aunque muchas veces no recuerde cómo ni por qué. Los recuerdos que tengo de esa tarde son: Una imagen de mi humanidad arriba del múltiple, otra en el suelo con la pera rota, otra en un negocio que en su momento creo que era una heladería, con una servilleta de papel, la pera rota y un vaso de agua. Y me acuerdo de mi abuela, en su mundo, no sabía cómo hacer para explicarle a mi madre que otra vez su nieto bobo se le había lesionado. Eso lo entendí más tarde, en ese momento estaba pensando en helados creo, o tal vez en las circunstancias de esa heladería, en mi precariedad, en lo precario del mundo exterior.

Nunca supe manejarme con lo que sucedía fuera de mi casa, nunca entendí a mis compañeros de grado y por eso nunca más volví a verlos después de terminar la primaria, salvo a uno, por un año. Nunca entendí a Berisso y creo que tampoco nunca entendí a la Argentina, luego me di cuenta que en realidad no entendía al hombre. En mi burbuja, mientras tanto, creía que mi casa era el mundo y que en realidad mi vida y mi visión de las cosas, era casi igual a la de todos.

A mis compañeros cuando venían a mi casa y me decían de jugar a algo o ir a la calle, les decía “podemos escribir cartas, armar rompecabezas”, tenía doce años, un enfermito, a los once lo hice anotarse conmigo a un compañero en un taller de literatura, ay! Me dan ganas de compartir con vosotros uno de mis primeros escritos!!! Pero no.

En esa misma plaza mi abuela perdió en otra oportunidad su billetera, junto a la muchacha que vendía garrapiñadas, su hermano años más tarde cursaría conmigo sexto o séptimo grado, Daniel se llamaba, me decía ET porque yo solía desarticularme los huesos de la mano, Daniel, sí, también me decía marciano, él y su familia tenían el monopolio de la garrapiñada en el Parque. Una vez me cambió un sellito verde de garfield que seguramente no era suyo por una tarea y una lapicera mía. Imaginé que era un buen negocio y accedí a realizar la operación. Su hermanito menor, nunca me cayó bien, era salvaje y federal, me daba miedo, siempre fui un maricón, ah sí sí, en ese entonces éste bárbaro (hoy sería una dulzura) fajaba a un amiguito mío. Era rara esa época, uno nunca sabía por qué pero había días en que te surtían y sin necesidad de causa. Aunque causas siempre hubo.

En cuanto a la calesita, la verdad es que todos los recuerdos que tengo de ella son extraordinarios, sí sí, era una gran calesita, un gran calesitero, abuelo de un amigo de mi hermano, una de las pocas personas de Berisso que recuerdo con una mezcla de alegría y nostalgia, cómo me hizo creer ese buen hombre que yo realmente era capaz de obtener la sortija por mis propios medios, es sencillamente sublime. Yo me creía un verdadero dios de la calesita, un pelotudo, niño, feliz en el mundo abstracto.

1 comentario:

Mala Junta Tango Club dijo...

¡Que viva Perón, carajo!

¡Muy feliz día para todos!