domingo, 17 de diciembre de 2006

Por el amor que va más allá del bien y del mal

Años de terapia para no buscar en un hombre el perfil paterno. Tuve un padre niño, un loco carismático que no sabía si quería tener una familia y por las dudas probó. Para eso eligió a una mujer que estaba buenísima, pero lo suficientemente tonta como para que no se diera cuenta. Destinados a ser una pareja "hasta que la muerte los separe". No se si se querían, pero se complementaban, se necesitaban, se teatralizaban en tácitos papeles de domadores de circo y fierecillas domadas. Ese loco carismático quizá era solo un niño, pero durante años compré que era un hijo de puta. Que manera de sobreestimar las cosas. Pero siempre es mejor ser dramático que sencillo, sobre todo si tenés padres snob.
"Yo tenía miedo, vivía con miedo, lo amaba demasiado, estaba ciega, no tuve el valor de separarme, siempre creí que yo era una mierda, pero hoy me doy cuenta de que no soy una mierda", dice ella siempre que le digo "papá y vos me arruinaron la vida". Entonces tenía que comer mis perras palabras, vomitarlas, procesarlas y armarlas hasta convertirlas en un "te quiero".
Crecí entre platos que volaban, ropas que se rasgaban, culpas que se echaban y zapatos que tambien volaban, como una ironía de la cruel realidad que distaba de volar. Lo suficiente como para que alguna vez, en un momento de ira, tirara un zapato a la re mierda. Suficiente para que mamá diga "sos igual a tu padre".
En un principio me asusté porque elegí hombres como mi padre, o sea, esos loquitos carismáticos que te trataban mal, que te agredian y te hacían sentir una mierda. Pero por qué una no podía hacer nada? Si era tan igual a mi padre, por qué me comportaba como mi madre? Por qué mi vida copiaba a la de mi madre, que a la vez copiaba a la madre de "La malasangre" de Griselda Gambaro?
Después de todo, es el miedo el gran paralizador de las cosas. Y la frase que más escuché de ella es "tengo miedo". Entonces, un buen día me di cuenta que eran complices, como en la obra, como en la vida. Después de todo, las obras de teatro se han tenido que basar en algo...
Se necesitaban, se domaban, se odiaban y también se amaban, porque por más que yo haya querido negarlo y no entraba en mi cabeza que esos dos seres estuvieran juntos para despedazarse, cada pelea, cada avalancha, parecia ser un brindis por el amor, que va más allá del bien y del mal.
Entonces decidí que ya estaba grande, que era capaz de tomar las riendas de mi propia vida, que no tenía por qué copiar esa historia, que si me seducía un hombre niño, tenía que asumir la responsabilidad de poner un límite, de contestar. Y si es posible, elegir un hombre carismático pero sin ese defecto. Y si lo tenía, no tener miedo, no tener miedo de nada y mucho menos de decir "soy esto y si no te gusta, andate".
Pero nunca encontré la ilusión del punto medio. Y hoy le huyo al hombre del perfil paterno. Tengo miedo de buscar, ahora, el perfil materno. "No lo vi, estoy ciego, tengo miedo". Después de todo, ella dijo "sos igual a tu padre".

1 comentario:

Anónimo dijo...

QUE LA HUMILDAD LE GANE A LA SOBERBIA, AUNQUE SEA UNA VEZ