jueves, 28 de diciembre de 2006

El pensamiento veloz

A todos mis amigos cabezones...

Pensar en las vueltas de la vida es algo que nunca me pareció productivo. La gente nace y muere, en forma física o en esas ausencias que acarrean un motivo, o tal vez no. Es por eso que me sorprendió conocerlo a él, que piensa en todo. Tanto piensa que hoy no dice nada, tan sólo se aleja, y entonces parece que no pensara en absoluto, que se ausentara como alguna lejana estación del año. Pero está, y piensa. Piensa en las cosas de la vida… y está solo, aunque él no pueda verlo, porque las cosas también pueden ser personas y en su cabeza ya no hay lugar para nada más.
Me di cuenta de su condición el día en que intenté charlar con él. Si bien parecía feliz de estar sentado junto a mí, esa felicidad era sólo aparente. Tal vez yo era el espejo al que se miraba para hablar y contestarse, con la diferencia que yo lo odiaba menos que su propia imagen.
Los temas viraban desde lo profundo a lo trivial, sólo que todos tenían la misma condición en común: el pensamiento veloz. Una frase sobre las vacaciones: la playa es un buen lugar… siempre y cuando no haya demasiada gente… me gusta hacer castillos en la arena y que el mar los destruya… pero si hay mucha gente no se puede, porque los destructores serían los pies de un extraño… además, ya estoy grande para hacer castillitos… ¿qué pensaría la gente?
La gente no piensa a tu ritmo, tenía ganas de decirle, pero cuando atiné a pronunciar palabra, el ya hablaba de otra cosa, algo más trascendental a su juicio: los móviles de la acción. ¿Cuáles serían?, ¿el miedo?, ¿el amor?, ¿algo de lo cual nunca estaremos enterados hasta el momento de nuestra propia muerte, en donde se nos devela la verdad con la única condición de no poder transmitirla? Fue entonces que comenzó a hablar del ego. Dijo: el ego tal vez sea el gran móvil, incluso el más altruista de los hombres quiere cierto reconocimiento por su obra de bien, es por eso que la verdad sólo se nos debe presentar en la muerte, porque encontrarla no debería asociarse con nuestro propio ego.
Hubiese sido ególatra de mi parte decir algo, pero mi oreja altruista también quería cierto reconocimiento. No pude, para ese entonces él pedía otra cerveza y eso también lo hacía a él divertido, la velocidad con la que siempre quería hacer algo nuevo, la constante lucha contra el aburrimiento, pensada o impulsiva.
Pero un día dejó de contestar el teléfono. Mis llamados parecían no ser ya la mejor opción, pero ¿acaso alguna opción era valedera? Cuando pensé que el aburrimiento se había convertido en mi mejor traje (al menos ante sus ojos) volvió a llamarme. Dijo: disculpame por esta distancia, es que no paré de pensar. No hay nada que disculpar, pero ahora contame, ¿en qué pensaste? Te mentiría si te describiera en qué, quizá sólo llené espacios en blanco, que son, al final, los que más angustian, entonces cualquier objeto era válido, las agujas del reloj, el agua en su punto de ebullición, el horizonte azul desde una ventana y el negro desde la otra, cualquier cosa.
Sin saber por qué, le creí. Lo que decía no era una simple excusa. Era la verdad, o al menos su verdad, porque a la verdad nadie la conoce. Tuve ganas de decirle que me hubiera gustado verlo pensar, estar cerca, ser su espejo. Pero me contuve, sabía que por más que me lo propusiera, jamás hubiese podido seguirle el tren. Intentarlo hubiera sido la muerte, una muerte tan acelerada y forzosa que me obligaría, incluso, a perderme de la verdad, por estar distraída en otras cuestiones.
Esa fue la última vez que hablé con él (si es que alguna vez lo hice). Después, no se por qué, me puse a pensar en las cosas de la vida. Las vislumbré como una carretera demasiado lejana, y lejos de aburrirme, las dejé borrarse en mi memoria. Fue entonces que tomé una hoja en blanco. No tenía intención de dibujar, ni de escribir. Tan sólo la miré, la volví a mirar y no sentí ninguna angustia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Che te pasaste con esta. Es una muy buena contribucion a la nada, la unica por la que vale la pena vivir.

abrazos.