viernes, 9 de mayo de 2008

Pascula

Pascula representaba la historia inversa. Aunque hijo de una descendiente aborigen, al momento de nacer, el esposo de su madre, que hasta el instante antes de que diera a luz esperaba el nacimiento de Pascula como cualquier padre, vio un par de ojos azules, una piel bastante clara y una cabellera no demasiado oscura –al menos no tanto como esperaba– que lo enceguecieron en la furia y en el rencor. Así fue que no mató a uno, ni a dos, ni siquiera a tres. No mató cuatro, tampoco cinco y mucho menos el número se detuvo en seis. Cuenta la historia que contaba Pascula, que cuanto gringo se conoció en el norte del Chaco, en poco menos de un año desapareció. Pero también Pascula contaba que la historia nunca trascendió más allá de los límites de la provincia, porque así como en esa región los gringos no abundaban, al mismo tiempo, el día en que Pascula cumplía un año, el que iba a ser su padre y que terminó por convertirse en el asesino serial más famoso de toda la historia del norte chaqueño –creo que, decía Pascula, porque fue el único de toda la historia del norte chaqueño–, apareció en el árbol del jardín en el que vivía Pascula junto a su madre, colgado de las pelotas y con el pene que, luego de cortado, alguien se había atrevido a colocarlo en la boca del asesino serial más famoso que supo habitar en el norte del Chaco.

No hay comentarios: