Frente a lugares como Huaraz, donde el paisaje es todo -así como también lo es, en su población, la radiografía de Latinoamérica- la insignificancia de uno frente al mundo adquiere otro sentido. Ya no es la imposibilidad de desarrollarse en lo imaginario, sino que la constancia de lo natural se revela como una potencia abarcadora y absoluta, compaginada por una introspección que, al someternos a la cotidianeidad del relato de nuestras vidas -donde la frialdad es la moneda corriente de la prestidigitación de los sentidos-, provoca la nobleza y el desencadenamiento de lo que siempre estuvo y estará -incluso cuando desaparezcamos por completo-: el mundo natural.
Ya no quedan espacios para precipitaciones de angustia y soledades compungidas. Los recuerdos desaparecen, se transforman o se hacen más intensos, pero los ojos son los que intercambian reacciones y las palabras las que las modifican.
Nacimos apuñalados por la esperanza de seguridad y el deseo de competencia. Y en ese desempeño de lo atroz, en los espacios del mundo que sometemos a la pobreza -pero que de todos modos llenamos de teléfonos celulares y acceso a internet-, la proyección de lo natural se impone como la meca del olvido.

6 comentarios:
Che, Fede, te garchaste a alguna chola? besos, te quiero.
Jajajaja, veo que M. ya está haciendo de las suyas. Muchios besos!!!
no puedo evitarlo, fluye de mi, es que tomo mucha Activia.
Fede, si te garchás una chola, contame así hago campo, no te olvides que mi personaje de Pablo se casa con una!!
no, por ahora nada cholas... creo que nunca jamas... pero bueno, uno nunca sabe... aun me quedan unos dias por aca
besos
te lo vuelvo a repetir fede: qué lindo escribis!!!
(pero no coincido con que la ciudad nos quita experiencia)
hay pumas ahí? si encontrás ambientalistas contales de los pumas sagrados en la mira ***grrrr***
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