sábado, 16 de febrero de 2008

Lo natural

Huaraz implica una reducción de la supervivencia transformada en una carcaza superadora, con más o menos color -según la perspectiva de uno-, en el centro de una provincia que, con una velocidad apaciguadora de la existencia, emprende lo alienante de lo natural. Es esa sensación la que depara la ciudad y la violencia -la ciudad y la violencia de la que estoy hecho-, un punto de desencuentro absoluto con el medio, la naturaleza misma, un desencuentro que se pronlonga, incluso, hacia el otro. No es una novedad: la ciudad nos encacerla, nos vuelve adictos a su velocidad -un tiempo alejado de todo tempo- y a la violencia, nos acurruca con las comodidades y la imposibilidad de experiencia, consiguiendo un adormecimiento que se eleva como el testimonio de lo que nunca, jamás, será; es decir, nos somete a una reducción insignificante del sistema.
Frente a lugares como Huaraz, donde el paisaje es todo -así como también lo es, en su población, la radiografía de Latinoamérica- la insignificancia de uno frente al mundo adquiere otro sentido. Ya no es la imposibilidad de desarrollarse en lo imaginario, sino que la constancia de lo natural se revela como una potencia abarcadora y absoluta, compaginada por una introspección que, al someternos a la cotidianeidad del relato de nuestras vidas -donde la frialdad es la moneda corriente de la prestidigitación de los sentidos-, provoca la nobleza y el desencadenamiento de lo que siempre estuvo y estará -incluso cuando desaparezcamos por completo-: el mundo natural.
Ya no quedan espacios para precipitaciones de angustia y soledades compungidas. Los recuerdos desaparecen, se transforman o se hacen más intensos, pero los ojos son los que intercambian reacciones y las palabras las que las modifican.
Nacimos apuñalados por la esperanza de seguridad y el deseo de competencia. Y en ese desempeño de lo atroz, en los espacios del mundo que sometemos a la pobreza -pero que de todos modos llenamos de teléfonos celulares y acceso a internet-, la proyección de lo natural se impone como la meca del olvido.


6 comentarios:

Anónimo dijo...

Che, Fede, te garchaste a alguna chola? besos, te quiero.

Anónimo dijo...

Jajajaja, veo que M. ya está haciendo de las suyas. Muchios besos!!!

Anónimo dijo...

no puedo evitarlo, fluye de mi, es que tomo mucha Activia.

Anónimo dijo...

Fede, si te garchás una chola, contame así hago campo, no te olvides que mi personaje de Pablo se casa con una!!

Anónimo dijo...

no, por ahora nada cholas... creo que nunca jamas... pero bueno, uno nunca sabe... aun me quedan unos dias por aca

besos

girlontape dijo...

te lo vuelvo a repetir fede: qué lindo escribis!!!
(pero no coincido con que la ciudad nos quita experiencia)
hay pumas ahí? si encontrás ambientalistas contales de los pumas sagrados en la mira ***grrrr***