lunes, 11 de enero de 2010

El “Paredón” Ramírez, un artista de la recepción (primera parte)



Por ese entonces teníamos menos de 12 años y recién nos hacíamos nuestras primeras pajas. No buscábamos la felicidad, mucho menos el amor, y generalmente nos conformábamos con un plato de milanesa con puré al mediodía y vasos interminables de Cindor más galletitas por las tardes. Así y todo, estaba lejos de ser una época dorada. Varios teníamos “problemas de conducta” y, como consecuencia, también a varios, por la noche, los cagaban a palos en sus casas. Yo nunca supe lo que era el cinto sobre el cuerpo, una trompada de tu viejo en la cara o el palo de la escoba partiéndose sobre tu lomo; pero el “Paredón” Ramírez era un artista de la recepción. Nunca vi su cuerpo sin moretones, así como tampoco lo vi demostrando dolor por alguno de ellos. El “Paredón” era un estoico de la mejor cepa. El sobrenombre se lo había puesto Alejandro, un profesor de la colonia que jugaba al fútbol como los dioses y siempre nos contaba de las minitas que se levantaba en la iglesia adventista a la que, todos los fines de semana, iba con su guitarra en el asiento de atrás de su Fiat Vivace. Creo que por aquella época, todos fuimos rebautizados por Ale. Estaban el “Lagarto”, “Comitas” (en referencia al Comas que supo jugar en Boca), “Garrafa”, “Pájaro”, la “Oveja”, la “Nutria”, “Gato”, “Figaza”, “Jack”, “Huertas”, “Fichitas” y el “Sapo”. Algunos de todos esos era el mío, aunque ya no importa cuál. La capacidad de Ale para renombrarnos era absoluta e inquebrantable. A los días de conocerlo, sabías que ese nombre con el que habías llegado a la colonia, y por el cual tus viejos habían discutido o fantaseado tanto, iba a durar muy poco. Un movimiento, un ruido con pretensiones de sonrisa pero que se parecía a una frase tomada de algún idioma alienígena; un pase de pelota mal dado o una gambeteada de puta madre; un gol en contra o el mejor gol de tu vida; una pelota no atajada o la mejor volada de la historia en la canchita de cinco del recreo del INTA; algún elemento que jamás faltaba en tus bolsillos o excreciones que no dejaban de salir por alguna parte de tu cuerpo; en definitiva, algo, lo que fuera, servía para que Ale, en cualquier momento del día, te hiciera olvidar para siempre del nombre con el que habías llegado. Ale era nuestro dios y sólo podías insertarte por completo a la comunidad cuando él te renombraba. Eso, incluso, era mucho más importante que el hecho de que tus viejos no se atrasaran con las cuotas.


Fue un día a comienzos de enero de 1990 en el que el “Paredón” Ramírez dejó de llamarse F. para ser conocido por todos como “Paredón”, “Pared” o, para los amigos, “Pare”. Tiempo después, con algunos años más encima, si llegabas a decirle “Pare” sin que integraras su círculo de confianza, no sólo la mirada que sufrías era devastadora, sino que ese día y todos los que al “Paredón” se le ocurrieran, ibas a tener que cederle tu almuerzo y tu vaso de Cindor de la tarde junto a las galletitas que pudieras conseguir. Como yo lo conocía de toda la vida, pero sobre todo gracias a que “Pare” la quería a mi vieja como si fuese su propia madre, nunca sufrí ninguno de sus raptos de locura. De hecho, muchas veces, si “Pare” estaba sin hambre, me daba a mí el almuerzo o la merienda confiscados. O si ninguno de los dos estaba con hambre –muchas veces los almuerzos y meriendas confiscados sobrepasaban la media docena–, “Pare” le pedía una bolsita a Cristina, la cocinera, y ya en el micro que nos devolvía a nuestras casas, le regalaba las galletitas a mi hermana, que en ese entonces iba a al jardín de infantes. Desde luego, mi hermana lo adoraba. No yo, sino “Pare” fue su héroe de la infancia, y tal era el cariño que se tenían, que era a la única que le dejaba –ni siquiera a mí o a mi vieja nos permitía– que lo llamara F. Y ella, mi hermana, siempre lo llamó así, incluso cuando el “Pare” ya no estuvo más. Pero ese día de enero, a los siete años, el “Paredón” Ramírez se encontraría con su destino sin saber que ese encuentro no podía no concluir de un modo trágico. Debajo de un parral de uvas, jugábamos con los ya rebautizados “Jack” y “Fichitas” a alguna cosa con muñecos. Todo transcurría más que con normalidad: íbamos y veníamos con los muñecos de un lado a otro, los hacíamos volar, nos los pasábamos o los tirábamos para arriba y los atajábamos. Así estuvimos hasta que a “Fichitas” se le ocurrió ir por más: treparse al parral para tirar a los muñecos desde arriba. “Jack” fue tras él y cuando yo estaba por hacer lo mismo, “Pare” me detuvo y después dijo: la Gra no te dejaría. La Gra era mi vieja y “Pare” tenía razón. Nunca supe qué fue lo que lo llevó a decirme eso con sólo siete años, pero lo cierto era que siempre a cualquier cosa que me decía “Pare”, yo le hacía caso. Así, mientras los otros dos subían con dificultad, “Pare” y yo nos quedamos abajo boludeando con nuestros muñecos. Una vez arriba, “Fichitas” fue el primero en arrojar su Manziger Z. “Pare” simuló atajarlo, pero en el momento en que el robot se acercaba a sus manos, las corrió y la réplica del animé de dio de lleno contra el piso. Mazinger Z quedó decapitado y “Fichitas”, desde el parral, comenzó a llorar. Maricón de mierda, no llorés decía “Pare” y después se cagaba de risa. “Jack”, con la experiencia que da ser el segundo en algo, entendió que su muñeco podía correr la misma suerte, así que comenzó a bajar del parral. Fue entonces cuando piso una madera floja: uno de sus pies quedó colgando, la madera se desprendió y yo, que veía cómo estaba a punto de impactar en mi cara, recién me corrí cuando “Pare” me empujo y tomó mi lugar en el espacio. La madera le dio de lleno en la frente. Fue un golpe seco y duro, que hizo que enseguida comenzara a salirle sangre. Pero “Pare” ni moqueó. Yo fui corriendo a avisarle a Ale, y para cuando llegamos, “Fichitas” y “Jack”, inamovibles, veían cómo “Pare”, apenas con las manos, intentaba detener la sangre. No hubo tiempo para retos ni explicaciones: Ale se quitó la remera, la apretó contra la frente de “Pare” y se lo llevó en el Vivace hasta la enfermería. Tardaron bastante en regresar y durante todo ese tiempo, imaginé lo peor. Los miraba con odio a “Fichitas” y “Jack” y me juré que si le pasaba algo malo a “Pare”, todos sus muñecos, hasta que terminara la temporada de colonia, la iban a pagar. Finalmente, cuando se acercaba la hora de la merienda, escuché el ruido inconfundible del Vivace. Les avisé a los chicos y todos juntos –“Fichitas”, “Jack” y yo– corrimos hasta el estacionamiento y vimos que el “Pare” bajaba con un helado en la mano y una venda alrededor de su cabeza. No es nada, dijo Ale, la cabeza de F. es un paredón. Y así fue que le quedó, para siempre.

Continuará...

9 comentarios:

Anónimo dijo...

oh ¿cuál sos vos de todos esos "petit fours"?

Jirafas dijo...

nadie? (?)

Protervo dijo...

muy lindo down memory lane. oh, aquellas primeras pajas.

Protervo dijo...

i see the boys of summer
dylan thomas

I see the boys of summer in their ruin
Lay the gold tithings barren,
Setting no store by harvest, freeze the soils;
There in their heat the winter floods
Of frozen loves they fetch their girls,
And drown the cargoed apples in their tides.

These boys of light are curdlers in their folly,
Sour the boiling honey;
The jacks of frost they finger in the hives;
There in the sun the frigid threads
Of doubt and dark they feed their nerves;
The signal moon is zero in their voids.

I see the summer children in their mothers
Split up the brawned womb's weathers,
Divide the night and day with fairy thumbs;
There in the deep with quartered shades
Of sun and moon they paint their dams
As sunlight paints the shelling of their heads.

I see that from these boys shall men of nothing
Stature by seedy shifting,
Or lame the air with leaping from its hearts;
There from their hearts the dogdayed pulse
Of love and light bursts in their throats.
O see the pulse of summer in the ice.

Jirafas dijo...

gracias por traernos al grande de dylan a estos pagos, protervo.
y sí, las primeras pajas eran lo más.

Anónimo dijo...

es el de adelante de sombrerito con alas,con ojotas y bolso negro!qué bonito!

girlontape dijo...

qué buen relato!! se extrañaron jirafitas... larga vida a los bichos de largo cuello!

Jirafas dijo...

lindo tenerla de vuelta, girlon.
beso

Anónimo dijo...

Wow that is a great article.. I' m enjoy it.. good post