domingo, 6 de enero de 2008

Banderas en tu corazón

and your shadow is not your shadow
but your reflection
Night poem, by Margaret Atwood


Empezaste a descarrilar tu camino en busca de la superficialidad. Te ibas perdiendo en el recorrido, y en ese viaje, el camino se traspasaba hacia la otra parte de tus coqueterías y apariencias. Te alejabas de los amigos, y estos no te reprochaban nada, sino que te incitaban a esas estupideces. Todos vanagloriaban tu dicha, y vos la querías por esa vanagloria, pero la verdad es que al fin de cuentas, cuando te ibas a acostar, no hacías más que extrañar los silencios cómodos que ellos te ofrecían en sus casas, en los bares, en cualquier esquina donde te los encontrabas. Eras un propotipo de la pseudointelectualidad, un asqueroso producto que terminaba llorando en un baño por no poder cumplir lo único que deseaba en la vida. Por eso empezaste a descarrilarte, a comer de cualquier lado que se te abriera como un hueco interesante para escapar de la soledad (?), o para escapar simplemente. Pero regresabas y no dormías, o lo hacías para el orto. Las intermitencias del sueño te hacían cerrar los ojos y ver todo lo enmarañado que estaba tu cabeza. Recordabas en una mujer las mejores sonrisas, pero no hacías más que eso, recordar las mejores sonrisas, sabiendo que no te importaba nada más que ese hueco. Recordabas en una mujer todo el amor que habías sentido, pero ahora la veías y después te alegrabas de que se fuera para no volver a sentir lo único sincero y sano que habías sentido en muchísimo tiempo. Recordabas a una mujer y también recordabas lo malo de las conversaciones, pero, aún más, todo lo pésimo que habías sido en la cama por todas otras miles de cosas en las que pensabas y porque también pensabas que todo era producto del calentamiento y nada más. Y entre todos esos recuerdos, no hacías más que recordar aquél llanto en el baño, en vísperas de una navidad de mierda, por algo que no fue, pero que bien podría haber sido, y que sólo se explica con un título: al fin, nene, te recibiste de cagón y entraste a recorrer el camino de la superficialidad. Ya no queda nada más para contar; lo único que persiste es esa sensación que ha tomado el lugar de tu sombra, que te ha hecho lastimar a diario a personas que decís, costantemente, querer, y que, cansadas ya de que las lastimes, lo único que sienten, cuando te ven, es la hipocresía infinita de la que estás hecho.
Y ahora venís y dejás en este espacio tus jueguetes perdidos, modulaciones completamente sinsentido.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ay mamá! Estos son los clásicos textos que te recuerdan que a veces has sido un hueco sonriente, snif snif.
Pero lejos de esto, tan muy buenos los textos de descarga. Después de todo para eso está este espacio, para presentar lo impresentable, sin que nadie juzgue. Y si la gente juzga, seguro no lo hace por leer un texto sino que ya lo hizo mucho antes, jaja.
Besos para todos y se viene el gran texto bizarro gran ni bien tenga en el laburo embole la oportunidad de hacerlo.