viernes, 9 de marzo de 2007

De la necesidad de no hacer nada.

Compañero lector: si usted hace mucho tiempo que la yuga, tómese vacaciones. Duerma. Levántese a la santísima hora que se le de la gana; pasee, siéntese en una plaza y tome baños de sol mientras que un perro lo mira y mueve amistosamente la cola encontrando un amigo en usted; compañero lector: no trabaje tanto, descanse, recuéstese en una hamaca paraguaya, y tome la altura del sol con los ojos entreabiertos, que no hay cosa mas linda que tirarse a muerto, y mas ahora que se viene el calor. Hagale caso a su muy seguro y afectuoso servidor. No yugue tanto. No acumule millones para cuando sea viejo, ni haga meritos en la oficina. ¿Para que? Lea a los Santos Padres y lea a Kempis y luego agarre La Fija o Palermo y digase:

- Yo atorro, luego existo- Este principio cartesiano es maravilloso.
- Yo atorro, luego existo.

¡ Si no hay cosa mas linda que vagar!! Usted se levanta y el unico trabajo que tiene es pensar que no va a trabajar. Y luego se dice:

- No hay vuelta. El trabajo ennoblece al hombre.

Sentado este principio de edificación espiritual, usted sale a regocijar los ojos y su olfato por las calles centrales de la ciudad. Se sienta en un cafetín y se manda a bodega medio litro. Y se repite, mas consolado:

- El mundo esta perfectamente organizado. Es necesario que trabajen diez giles para que treinta vivos tomen refrescos bajo un toldo verde y estudien anatomia topografica en las mocitas que salen del subterraneo.

Roberto Arlt.

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