Al llegar al terreno de la disputa, comprendí el porqué de la furia de los monstruitos: los Orangutanes tenían el aspecto de humanos; en verdad, los Orangutanes eran humanos. Rubios, pelirrojos, morochos, incluso estaban los de pelo castaño. Y mientras que los monstruitos reproducían esos sonidos infernales y decapitaban humanos, los Orangutanes intentaban hacer lo propio con barrotes de metal o palos de escoba con la punta afilada. Así fue que la matanza de Orangutanes no duró demasiado: sus cabezas rodaban por el suelo, la sangre salpicaba por todos lados, y siempre, como si el destino fuese irreversible, los monstruitos avanzaban y los Orangutanes retrocedían. Sufrían el ataque del batallón de Justina, del batallón de Homero y del que, en teoría, estaba a mi cargo. Las flechas atravesaban ojos, las armaduras detenían a los palos de escoba y luego los Orangutanes debían soportar el filo de algún arma. Cada tanto, un Orangután lograba dar muerte a alguno de los monstruitos, pero por un monstruito que moría, caían cincuenta humanos. En definitiva, todos los monstruitos avanzaban en la ferocidad bajo una consigna: exterminar a los otros. Todos, menos el monstruito volador en el que yo estaba, que, suspendido en el aire, sólo atinaba a arrojar una flecha cada cierto tiempo, y luego permanecía allí, estático, manteniendo la posibilidad del relato.
6 comentarios:
Una orgía de furia encantadora. Los soldados del azar nunca defraudan.
siesta, gracias por ser la mejor de nuestras lectoras.
no sabe lo que significa para nosotros (de verdad).
besos y buen finde
Jirafetas: estoy de vuelta con conexión y no puedo dejar de patear el rocanrol joperos
saludetes
qué hairs!!!!!! hay un par de barbetas re chuck norris q son el público ideal
toptier giraffe
emma, pola
lindo tenerlas por acá.
embellecen el lugar :)
besos a ambas
buen relatito
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