lunes, 15 de septiembre de 2008

Lizzy, Emilio y el día en que se separaron

Tres horas atrás, el teléfono sonó en lo de Emilio y hacía una hora que Lizzy esperaba encontrarlo. La impuntualidad, rasgo que siempre odió de él, comenzó a irritarla. Aún así, esa hora de retraso la obligó a confirmar esa decisión que de otro modo ella no habría tomado.
Emilio caminaba sin apuro. La frase en el teléfono: tenemos que hablar. El sabía que palabras como esas nunca pronosticaban nada bueno. No estaba alarmado, pero su andar era reflexivo no por la frase en sí, sino por el tono tranquilo que ella había utilizado. El timbre de su voz siempre había sido agudo, insoportable, y cuando se quejaba por algo que creía, tenía solución, ese sonido se intensificaba hasta romper hasta el más insensible de los tímpanos. Pero su forma de hablar durante el llamado telefónico fue casi tan apagada y tranquila como la que él siempre impostaba. Caminaba sin apuro, porque la tranquilidad de la voz de Lizzy sin querer le había anunciado que el futuro mensaje contendría palabras que el no hubiera querido escuchar con urgencia.
Lizzy pitaba el cigarrillo con lentitud. A diferencia de otras ocasiones, no fumaba con ansiedad. Pensó que sólo las cosas que deseaba eran las que la hacían sentir ansiosa. Lo que saldría de su boca sería inevitable. Algo que ya no podría posponerse. Hoy no se dejaría conmover por esa figura desgreñada, que en otros tiempos, al igual que en estos, le parecía encantadora. No quería verse como una gritona frente una pared de ladrillos, y ya, sin ganas de gritar, piensa que la soledad junto a Emilio no sólo no le daba respuestas, sino que ni siquiera le ofrecía al menos un eco. Esta vez, debía dejarlo ir, y así demostrarse que el mundo era algo más que el silencio de él y que tal vez, con suerte, podría encontrar un lugar, una persona, una pregunta, un ¿qué necesitás?
Emilio se asomó a la ventana del bar y pudo verla. Ella fumaba con la cabeza inclinada, sin importarle demasiado lo que pasaba a su alrededor. Lizzy, la misma, pero tan distinta a otras veces en las que lo había esperado. El cigarrillo, elemento constante, no estaba acompañado por esa cabeza casi tan giratoria como la de un búho, ni tampoco de esa mirada entre dura, expectante y sin perdón hacia los tiempos de otros. Los pasos de Emilio, todavía más lentos que otras veces, lo acercaron hacia la mesa.
-Hola - dijo él.
-Hola - respondió ella al levantar la cabeza.
-Me llamaste.
-Sí, te llamé.
-Bueno, acá estoy. ¿Qué pasa?
-¿Ahora sos vos el que me apurás?
-Si querés pelear, mejor me voy…
-No hace falta. Si te llamé es porque quiero dejar las peleas.
Silencio decorado con un impersonal ruido de fondo. Hasta el mozo se acercó sin palabras. Emilio tampoco las utilizó para responder que iba a pedir, tan sólo señaló el pocillo de Lizzy para indicar que deseaba lo mismo. Después de encender otro cigarrillo ella miró el rostro no tan desconcertado de Emilio.
-Te escucho - dijo él.
-No es cierto - respondió ella.
-¿Viste que querés pelear?
-No. No entendés nada, digo la verdad. Nunca me escuchaste.
-Es imposible no escucharte Lizzy, sobre todo cuando gritás.
-¿Podés no ser tan literal por un minuto y escucharme?
-Otra vez con lo mismo…
-Por Dios, ni siquiera puedo tener una ruptura tranquila, quiero explicarme.
-¿Es necesario?
-En mi opinión, sí.
-Te escucho. Aunque vos me vas a decir que eso no pasa…
-No cambies de tema. Esto es difícil.
-A ver…
-Necesito a alguien que me haga sentir importante.
-¿Qué puedo saber yo de eso? Jamás me dijiste cómo. Aunque ahora me vas a recriminar que lo dijiste y no te escuché.
-Si no lo dije, lo mostré. Te llamaba mil veces con la esperanza de que alguna vez te nazca llamarme.
-…
-Cuando nos conocimos, yo fui la que me acerqué a vos. ¿No te gustaba?
-Si, claro, pero estábamos en un boliche, quedaba berreta…
-¿Qué carajo me importa si es berreta o no? ¿Llamarme también es berreta? ¿Acariciarme también es berreta? Si hasta en la intimidad era yo la que hacía todo…
-Sólo te falta llamarme impotente…
-No cambies de tema. Lo único que necesitaba era una persona que fuera capaz de mover un dedo por mí.
-Si yo no moviera un dedo por vos, no hubiese venido hasta acá. ¿O sí?
-No tenés idea de todo lo dañino que podés ser.
-Yo no hice nada.
-Quería hablar para terminar bien las cosas. Pero ni eso se puede. Jamás te vas a hacer cargo de nada.
-¿Cargo? ¿Qué me querés decir?
-No importa. Nunca importó. Sos un idiota.
Lizzy tomó su cartera y a propósito se olvidó de pagar el café. Después de que ella atravesara la puerta, Emilio le dijo al aire: andate si querés. Llamó al mozo y pagó por los dos. Sin ella voy a estar más tranquilo. ¿Quién necesita a alguien que reclame cosas todo el tiempo? Pero ni la ilusión de una vida más calma le permitió a Emilio tener una caminata liviana. Si bien consideraba que Lizzy estaba loca, no hubiera querido que se apartara de su lado. Podía habérselo dicho, demostrado cariño, fingir que la comprendía, pero la actitud combativa de ella pudo más: había anunciado la batalla, sólo faltaba que el orgullo de él resultara vencedor. Debía convencerse de que había hecho lo correcto. De todos los momentos que tuvo con Lizzy, en su cabeza sólo quedarían los peores. Mi vida va a ser mejor sin ella, mi vida va a ser mejor, mi vida va a ser mi vida…
Con su reacción, Lizzy confirmó lo poco que Emilio la quería. Si bien en este momento iba a dejarlo, pensó que se conmovería al verla tan mal, que el fin provocaría una mínima reacción, algo. En otros tiempos le encantaba imaginar que detrás de su personalidad apática se escondía alguien furioso y muerto de miedo, con mucho para decir y para dar, y si todavía el no había podido demostrarlo con nadie, ella sería la excepción a la regla. Pero él, como siempre, se mostró frío y otra vez ella no pudo hacer nada. Con suerte otra persona al fin la haría sentir importante, pero ¿dónde encontrar a alguien que le gustara tanto como él? Sabía que había hecho lo correcto, pero lo correcto a veces hiere. Caminaba, caminaba, caminaba. Mi vida va a ser mejor sin él, mi vida va a ser mejor, mi vida va a ser mejor y voy a encontrar una persona para la cual mi vida signifique algo.
Tiempo después Lizzy seguía sola, frecuentaba los bares y cada detalle singular le recordaba con odio a Emilio: una portada de revistas, un joven que se quedaba dormido, un par de ancianos que conversaban. Sola, sin saber qué hacer con su libertad. Emilio seguía con su máxima: ahora mi vida es mejor. Pero cada vez salía menos de su casa y dormir volvía a ser el mayor de sus placeres, ya ni siquiera iba al videoclub, y de vez en cuando, la escena de una serie barata le devolvía a la memoria la imagen de esa persona que, por no decir nada, aquella vez dejó ir.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Estos personajes son perfectos asi como estan, en especial emilio. Pero si estuviese leyendo a un autor muerto me preguntaria con resignacion, ¿donde trabajan?¿como hacen para vivir?. Se que es una pregunta de mierda, pero como vos estas vivita lo escribo para no gastar en telefono.

A ver....lo que quiero decir es mas o menos esto. Cuando en una pelicula se quiere mostrar a alguien muy malo, malisimo malisimo, jamas se lo muestra haciendo cosa cotidianas, como cagando o comiendo y menos bañandose. Humanizarian demasiado al personaje. Es dificil por ejemplo bañarse con maldad evidene. Aunque el jabon....en fin.

Quiero que cuentes por aca( no pido que destruyas tu obra desde adentro) el entretelon de emilio. Lo que no sabemos. Lo que lo haria mas real, solo porque quiero ser como emilio ajjaajja

besos jirafinia

Siesta escandalosa dijo...

Sólo puedo agregar: C'est la vie.

Anónimo dijo...

Jajaja, anónimo, creo saber quien eres porque ya hemos hablado de esto, sólo que con otros escritos. No sé, a Emilio podría imaginármelo reparando computadoras de tanto en tanto o haciendo compraventas de muñequitos de colección por mercado libre. O viviendo de una herencia, qué se yo.
Igual, viste que en las obras siempre se seleccionan algunos aspectos determinados? Creo que se necesitarían muchos autores para cubrir los distintos aspectos de un mismo personaje.
Siesta: sí, pero falta la parte final, que vendrá la semana que viene. La saludo desde esta tarde mía, que decidí dedicar a la absoluta nada.
Byes!!!

Anónimo dijo...

Lo de la herencia es mas dificil que el lobito salga campeon che!!!-

Sin duda pense lo mismo con respecto a las computadoras, pero hay algo que se me hace seductor en emilio, y definitivamente los tecnicos en computacion no son el caso. Y los muñequitos en internet....no se, llevando los pedidos? controlando?,....

...pero definitivamente habria que escribir una obra a mil manos, que serian como 500 personas o 501 si hubiese 2 con 1 mano, en fin.....

habria que escribirla,habria que.. habria.

Anónimo dijo...

litle,como siempre nada de lo que escribís me es indiferente,te quiero mucho,besos y abrazos,nacho bremer.
ahora me tocó a mí andar medio perdido,tengo mares de cosas para hacer,después te cuento. un kiss

Anónimo dijo...

Cuente tranquilo Nacho, a ver si me sacás a mi de esta rutina aburrida y sin sentido que estoy viviendo y que quiero que cambie ya mismo!!!!