miércoles, 12 de diciembre de 2007

9 de Julio

Al entrar a la 9 de Julio recibieron el primer disparo. Siga, dijo Felipao. Ahora es usted el de las órdenes pelotudas, dijo el taxista, obvio que voy a seguir, si no sigo nos matan acá mismo. A los costados de la avenida sólo quedaban las ruinas de los edificios que alguna vez, al principio con admiración y luego con asco, Felipao solía contemplar todas las tardes del primer año en que se refugió en la ciudad, mucho antes de que se declarase la independencia. De los autos sólo quedaban esqueletos calcinados, y de las personas que aún habitaban esa zona, la voluntad para caminar en busca de algo de basura o comida. Deberíamos haber ido hacia el conurbano, ahí está la resistencia, dijo la chica rubia, alguien como vos les aportaría mucho. Alguien como yo sólo aportaría un negro dentro del grupo y la fascinación de todos tus amiguitos literatos, no me rompás las pelotas con boludeces, ¿querés?, bastante que conseguí que nos recibieran a los dos. Es gracioso escucharlo, dijo el taxista, habla como todos los porteños, pero con un acento de puta madre. Es escritor, ¿sabe? ¿Escritor?, dijo el taxista y frenó el auto de golpe. Qué pasa, dijo la chica. Ya sabés, con esa confesión nos embromaste a los dos, tenías mil formas para definirme, pero elegiste la peor, dijo Felipao. Se bajan ya, ustedes arruinaron este país. No voy a discutir eso, sólo puedo decirle que sí, alguna vez fui escritor, pero sólo llegué a vivir acá de pura casualidad, al igual que llegué de casualidad a la literatura, vuelvo a mi país, Brasil, luego de décadas, lo único que pretendo es pasar mis últimos días recordando el gusto de la cocaína que ya no puedo tomar, y viendo cómo mi piel consume todas y cada una de las partículas de los rayos de sol. El taxista, convencido por el argumento, reemprendió la marcha por la 9 de Julio, sólo que ahora imbuido en el silencio. Pasaron la avenida Belgrano, luego Independencia, pero cuando iban a subir a la autopista, se encontraron con que varios autos intentaban descender marcha atrás y sólo una rápida maniobra del taxista los salvó de un choque seguro. Siguieron unas cuadras más hasta que, luego de comprobar que en los alrededores estuviera todo tranquilo, se detuvieron junto al cordón. Tenemos dos opciones, esperar a que nos mate alguno de los ejércitos, o intentar llegar por otro camino, dijo el taxista. Me parece que es la oportunidad para volver, dijo la chica. Volver a dónde, en las valijas que nos robó el portero estaba todo lo nuestro, ahora sólo nos quedan pasaportes, dinero y pasajes; el otro camino va a estar bien.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Vamos!!!!!!!! Con una rubia en el avión directo a Brasil. Me encanta que tengas homenajes cultos y también chabacanos. Viva la diversidad!!!
Si es que vas, see u 2day!

Jirafas dijo...

no, no voy. la rubia no es un personaje chabacano, al menos no era mi intencion....
calculo que sobre el final (alguno de los proximos post) se vera eso, o espero ,y si no, igual me chupa un huevo

besos

Anónimo dijo...

No ofenses, lo del homenaje chabacano es por la canción de los ladrones sueltos, de casualité, rubia, avion, Brasil, jajaj, mucha coincidencia. Pero no dudo que no lo será.
Bueno, nos veremos en algun momento y que no os chupe un huevo, usted es una de las nuevas voces de la literatura argentina (la otra soy yo, y te lo digo desde lo más profundo del alambre)
Besos!!!

Anónimo dijo...

Me alegra haber salido del ostracismo para leer esta historia.

abrazos.

Rosa Lejana dijo...

Filipao (por momentos bolañesco) mejora en cada post!

Todo un clásico.





Saludos.