sábado, 18 de septiembre de 2010

Nace Luthor


Cuando una teoría restringe el objeto de estudio de antemano, inevitablemente resulta caduca: a medida que el entorno cultural se va transformando, la experiencia estética real va distanciándose de aquella definida desde la teoría, y así es que los estudios literarios van volviéndose cada vez más y más banales, hasta que surge una nueva teoría que proclama un nuevo “regreso a la especificidad”. Frente a esta situación, mi propuesta es definir el objeto de estudio a partir de la experiencia -una experiencia lo más instruida posible-, y en consecuencia, redefinirlo cada vez que se pretende establecer un juicio crítico. Por eso se trata de una teoría de la inespecificidad, porque este régimen hace que nuestro objeto sea tan aleatorio y coyuntural como lo es el entorno cultural, como lo es nuestra situación personal. ¿Pero podría ser de otro modo? Lo perceptible no puede seguir siendo un presupuesto teórico: tiene que ser el hecho material que esté en la base de toda voluntad crítica. De esta manera, nos salvaremos del peligro de banalidad: para analizar una onda tenemos que describir sus elementos, y para eso tenemos que haberlos experimentado, creer en ellos, porque sólo es onda la que es percibida como tal.

Dice nuestro gran amigo Martín Azar en busca de una teoría de la onda en el número 1 de Luthor.

No hay comentarios: