martes, 27 de enero de 2009

Hay equipo

-¿Nunca se te ocurrió ponerle nombre? – dijo una amiga hace ya mucho tiempo.
- No. ¿Qué?, ¿la tuya tiene uno?
- Si, desde hace bastante. Se llama Pocahontas.
-¿Pocahontas? ¿Por qué Pocahontas?, dije al reír.
-Porque es libre, fresca, salvaje, aventurera…
La risa para ese entonces se volvió carcajada. Ni bien recuperé el aliento, dije: bueno, qué difícil, tendré que pensar qué características tiene la mía para ver cuál nombre le queda bien. Cuando corté el teléfono, pensé que la conversación quedaría ahí y que nunca encontraría el nombre perfecto para ella porque ni siquiera me tomaría el trabajo de buscarlo. Después de todo, otorgarle ese atributo de la personalidad me parecía una idea bastante ridícula.
Pero al poco tiempo llegó la noche de pasión que le daría un sentido a todo. No estoy segura de si fue con alguien o conmigo misma, lo que sí recuerdo es que no tardé en llamar a mi amiga.
-Ya tiene nombre.
-Muy bien. ¿Cuál es?
-Riquelme.
Su carcajada no pudo ser mayor, tampoco la sorpresa de que asociara a algo tan íntimo con un jugador de fútbol con cara de pocos amigos. Entonces, a modo de divertido reproche, dijo:
-¿Riquelme? ¿Por qué?
-¿Te acordás qué hace Riquelme antes de patear un penal?
-No.
-Bueno, Riquelme escupe.
Sin abandonar la risa, ella dijo: te odio, es lo único que me falta lograr. Mientras tanto yo sólo pensaba en la idea de que un excelente jugador tenía que salir del banco para, de una vez por todas, entrar a la cancha. Así llegaron los altibajos de Riquelme, entre la absoluta gloria y la depresión feroz que le seguía al desastre y que luego la obligaba a la reclusión entre cuatro paredes, sin ganas de ser molestada. Después de todo, para alguien que es reconocido como “estratega”, un tiempo sin bullicio nunca viene mal.
Pero lejos de toda táctica y en la noche menos pensada, llegó la oportunidad del juego del millón. En ese entonces Riquelme todavía no se había percatado de que apenas a unos centímetros de distancia se encontraba el mismísimo Diego Armando Maradona. Tampoco era cuestión de culpar a Riquelme, pobre. Después de todo no había arito de strass, ni tatuaje del Che, ni Dalma ni Giannina. Aún así, las ganas de jugar eran evidentes: Diego Armando invitó a Riquelme a tomar una cerveza a la barra, pero de la marca más rica ya no quedaba. Entonces, tal vez por esas cosas del azar, los cracks se conformaron con la cerveza que se jacta de ser el sponsor oficial del sueño de todos los argentinos.
Nunca supuse que la humildad y Maradona fueran dos palabras capaces de ir de la mano. Lo que sí sé es que mi Diego Armando demostró que era en verdad Diego Armando al momento de agachar la cabeza. En ese entonces, el estadio era una fiesta: dos potencias se saludaban y los gritos de la hinchada no podían ser mayores. Maradona demostraba su gran pasión mientras que Riquelme, emocionada, derramaba copiosas lágrimas en repetidas ocasiones.
Pero todos sabemos que los jugadores como Diego Armando no son de quedarse en un mismo lugar. Siempre aparece un mejor contrato, algún destino novedoso, chicas que enarbolan la bandera de “las botineras” o drogas duras que saben acompañar al que está cansado de tanto éxito. Luego de la partida del Diego, Riquelme se otorgó una licencia para recluirse, pero se hizo la promesa de que ese período sería corto y que no debía olvidarse de su verdadera pasión.
Ni siquiera necesitó recurrir a su agenda, después de todo el consenso reconoce a Riquelme como grande y no faltaron ofertas camufladas en el ringtone de un celular. Riquelme aceptó gustosa, pero en el momento de ir a la cancha, se dio cuenta que no la habían contratado como jugador sino como Gran DT. “Que esto es así, que esto es asá”, se veía obligada a decir con la ayuda de mi boca, frases que siempre estaban acompañadas por la frustración, porque otras de las características conocidas de Riquelme es la de ser “de pocas palabras”.
Sumida en la depresión, salió a reclutar jugadores a territorios desconocidos y sentada a la barra, pedía la cerveza sponsor oficial del sueño de todos los argentinos, con la esperanza de volver a los días de gloria. Pero nada parecía cambiar. No faltaba el entusiasmo, pero sí las condiciones. Cada situación repetida acrecentaba mi creencia de que Riquelme, con su silencio y su cara de pocos amigos, podía ser un jugador excelente, pero nunca un Gran DT ansioso de desplegar un abanico de instrucciones.
A la mañana siguiente de otro partido de papi fútbol, volví a llamar a mi amiga. Una resaca feroz alimentaba mis ganas de desahogarme y después de dar detalles de un juego digno de la B, dije:
-Extraño a Diego Armando.
-Un Diego Armando es muy difícil de olvidar.
-¿Sabés qué le preguntaría si volviera a verlo?
-¿Qué?
-Si considera que Maradona y Riquelme deberían estar cerca, cada uno desde su lugar, trabajando para una selección mejor. Me juego la cabeza a que diría que sí.
No recuerdo bien de qué hablamos después, probablemente de las cosas cotidianas, del sexo y también del amor romántico, al que le dedican millonadas de libros, canciones y películas, pero del cual cada vez entiendo menos. Aunque en momentos como estos, presumo que las cosas son más simples de lo que parecen, y que dentro del juego del millón, ese concepto tan complicado podría reducirse en tan sólo dos palabras: hay equipo.

12 comentarios:

clarinete dijo...

Celi, más allá de lo bostero del texto, es un cabernet Abud, sin duda. Solo que la evocación de JRR soltando un gargajo antes de errar un penal casi me hace devolver las albóndigas.
También están las tipo Bochini. Es decir, que pareciera que no hace nada en todo el partido, pero que con cuatro o cinco toques te deja al arquero tirado en el pasto y sin ganas de levantarse.

Jirafas dijo...

coincido con mati (¿lo leíste después de los ravioles del mediodía?), abud clásico de aquellos, uno de esos de los que nico se horrorizaría "por completo"... y nosostros festejaríamos ambas cosas, el texto y el horror.
ahora, ggg... la verdad que ponerle nombre de jugadores de fútbol no da, al menos no da hacerlos público... puede generar la adicción de ver a quién se parece cada una...
yo diría de contárselo a seba, no te parece mati? sería generarle una nueva neurosis... o, andá a saber, quizá hasta una nueva fobia. imaginatelo diciendo: "e' un horror, peló chabomba y se parecía a la peluca del palomo uzuriaga"...

Anónimo dijo...

Juaaaaaa, a full, compartamoslo con Sebita, que no solo le crearía una nueva fobia tras pelar chabombas y decir "e' un horror", sino que después de leer el texto, además diría "e' un horror, se terminó el romanticismo".
Y beno, si generamos adicciones al menos marcamos tendencias. First we take Manhattan, then we take Berlin and then we take away the libido, jajaj.
Además, si nos vamos al feminismo extremo, sería una obligación para que los chicos mujeriegos diferencien una de otra, jajajaja.
Igual, mi frase favorita del texto es la de Maradona y la humildad, una consecuencia de cuando Nico me castigaba al ser demasiado explícita. De salón, tu tun.
Besos!!!

Anónimo dijo...

Te acordas hermano??? jajaja, sin embargo (y debido a los pases federales) el sub 20 tiene grandes promesas... o no?

Anónimo dijo...

Si, el sub 20 tiene promesas gloriosas. Me di cuenta de eso en San Bernardo, jajaja.

Siesta escandalosa dijo...

Lo de los nombres me da un toque de tercerizacón. No podría hacerlo. Pero la denominación Riquelme es mara y villosa. "Hay equipo" suena muy a tranquilizador. Besos, Jirafas.

Anónimo dijo...

Gracias Siesta, un beso pa ti también!!!

Anónimo dijo...

San Bernardo, desconozco... ja! Sin embargo te comento que estoy averiguando en el mercado y hay dos pases muy interesantes en las inferiores de un pueblito de mendoza... Dicen que los chicos aun siendo unos niños vienen bien... Duran 40 min pero sin aburrir....

Anónimo dijo...

40 minutos sin aburrir? Dame dos!!!!!!!

Mari Pops dijo...

no hay caso siempre se vuelve al unico y gran amor: EL FUTBOL!!!

Anónimo dijo...

Santa Maradona!!!

CANCEROLAZO 2021 dijo...

¿usted tiene las bolas de cristal?