martes, 22 de julio de 2008

Whiscolet

Luego de traspasar una cortina de plástico, volvimos a encontrarnos con Homero. Junto a él estaba una mujer que, salvo por la boca un tanto torcida hacia la derecha, parecía ser bastante normal. Se saludaron en el idioma desconocido del cual ya había comenzado a reconocer algunas palabras. Homero le dijo algo a la mujer y enseguida se acercó a saludarnos con un beso en la boca. Primero Pascula y después yo, ambos, en ese orden, fuimos víctimas de los labios torcidos de aquella mujer. Primero Pascula y después yo, ambos, en ese orden, caímos desvanecidos al suelo. Puede ser que nos hayan sujetado, porque, al despertarme, no me dolía ninguna parte del cuerpo. Estábamos en un salón apenas iluminado por triángulos que flotaban en el ambiente. Ni bien comencé a desperezarme, uno de esos triángulos se acercó y permaneció a mi lado sin incrementar su luminosidad ni realizar ningún tipo de sonido; una esencia suspendida que alertaba la excepción. Pascula también tenía cerca uno de esos triángulos, y cuando notó que me despertaba, no pareció sorprendido de que ese objeto viniera hacia mí. Sentado a una barra, con un vaso en una mano, hizo un gesto con la otra para que lo acompañase.
–¿Hace mucho que estás despierto?
–Por lo menos dos horas, se ve que estabas bastante cansado –dijo Pascula.
–¿Qué son estas cosas?
–Según Virgilio, acompañan a cualquiera que ingrese a este salón. Es para que puedas ver sin problemas. Al menos eso fue lo que me dijo; como ya sabrás, no me cuestiono mucho las cosas. Tomá, mandate uno que te va a venir bien.
–¿Qué es?
–Una bebida nacional, whiscolet. Virgilio me contó que lo hicieron mientras recreaban esta parte del territorio, a partir de un cargamento vencido de Vascolet y whisky desechado de Buenos Aires.
–¿Vascolet? ¿Dónde encontraron eso?
–Ni idea. Pero preguntá menos y tomalo, que está muy bueno.
En verdad lo estaba. Tanto, que no recuerdo haber probado algo mejor. Y de ese modo, mientras íbamos por mi tercer vaso y no sé cuál de Pascula, oímos que un triángulo se deslizaba por el aire. Despacio, con un libro en la mano izquierda, Virgilio se nos acercó y se colocó del otro lado de la barra.
–Al fin te despertaste –dijo.– Veo que les gustó el whiscolet. Pascula, ¿le dijiste el ingrediente secreto?
–No, esperaba que lo hicieras vos.
–Cada vez me caes mejor, flaquito. Meo de ganso, Mandrake, el secreto del whiscolet es meo de ganso, el único ave que habita este lugar.
No pensé que fuera una broma, y si lo era, tampoco me inquietó demasiado. Debió haber temido que no le creyera, porque enseguida pasó a explicarme el procedimiento para sacarle orina a los gansos y dijo que nos llevaría a una fábrica de whiscolet bajo la promesa de una experiencia encantadora. Luego tomó un vaso y se sirvió un poco. Brindamos, bebimos –Virgilio hizo fondo blanco– y después, con el pretexto de que todos aguardaban por nosotros, nos pidió que lo acompañásemos al salón de juegos. Antes de dejar atrás el cuarto, los triángulos se alejaron de nosotros y volvieron a ocupar sus puestos en el aire. Desde la puerta observé la distribución de los objetos luminosos hasta que un golpe culminó con el confinamiento al que me sometían los triángulos. Pascula sonreía, Virgilio me amenazaba con un nuevo golpe y decía que me apresurara. En el pasillo nos aguardaban otros triángulos. Uno, dos, tres se nos acercaron a las cabezas y empezamos a caminar. El efecto de los triángulos era difuso: más que alumbrar, parecían activar un componente natural de nuestros ojos. Le comenté eso a Virgilio y él dijo que cuando se tomaba whiscolet, las propiedades del meo de ganso a veces generaban que uno dijera boludeces.
–Pasen, que llegó el momento de que nos divirtamos un poco.
De nuevo los monstruitos que poblaban el lugar se reunían en distintas mesas de juegos. El salón era muy amplio, como si estuviésemos ingresando a un casino de Las Vegas, con objetos de decoración por todos lados, mozas que iban y venían con pedidos y triángulos de diversos colores junto a cada una de las cabezas. Virgilio nos dijo que nos acercásemos a cualquiera de las mesas y que todo nos resultaría más familiar de lo que podríamos creer. Estuvo en lo cierto. Ludo, Ludo Matic, Pictionary, Carrera de Mente, Monopoly, T.E.G. y demás juegos de mesa reproducían la locura en todos los monstruitos que estaban en el lugar.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Darling!!!!! Encontraste el mejor tema del mundo para disfrutar junto a un whiscolet!!!!
You´re the man!!
Besos.

Jirafas dijo...

ese tema marca un antes y un después en mi vida.
besos

Liber Prades dijo...

no pienso leer eso jajajaaj
un besoo para el grup de las jirafas y en especial a el mejor brother del mundoo ramii

Anónimo dijo...

Al menos escuchate el tema Liber. Ese que está linkeado en amarillo. Tiene que ser el próximo hit de San Bernardo!
Beso,
Celi.

Siesta escandalosa dijo...

Aplausos. Por la saga y el Limbo Dance.