sábado, 3 de julio de 2010

La belleza, incluso en la derrota



Casi no nos quedan fuerzas para expresar lo que sentimos. Hemos llorado y probablemente, durante los días que siguen, nos despertaremos con algunas lágrimas en los ojos. El aguante sigue más firme que nunca y la admiración y el amor que sentimos hacia el diego es incluso más grande. Y hasta acá llega la pata masculina de las jirafas. Y decimos la pata masculina, porque, gracias a D10S (?), contamos con LMJ. Estas son sus certeras palabras:


Un 4 a 0, dirán los de afuera.  Esos que morirían por estar ahí, y ser grandes. Cuando el alma es chiquita, sólo queda agrandar la boca y disfrutar de lo poco gratis que queda en la vida: hablar. Y si, en momentos como éstos parece difícil cambiar la historia… Y es verdad, quizá lo sea.

Hoy Merkel festeja desde la tribuna, con ese traje a lo Margaret Thatcher que, a simple vista, la inhabilita para respirar. Quizá Klose, de chico, pasó por la Argentina, ya que lo único que le quedaba para festejar era un” gestito de idea” a lo Carlitos Balá. Mick Jagger, tal vez, debe estar preparando la versión alemana de “Satisfaction” para indicar su conformidad con el resultado; un Kedhira converso se llenará la boca hablando de los valores de su país olvidando tal vez a ese skinhead que casi lo surte en un bar cuando era un pre púber; Oezyl resaltará sus cualidades de “consumidor que se hace respetar” y destacará su piolada de no tocar la pelota cerca de la línea, si total, por su liviandad se iba para afuera y Schwanstaiger eructará el resultado con una cerveza, y pedirá otra para no pensar siquiera si se equivocó en lo que dijo.

Pero antes de que el peluca se comiera los mocos por vicio, a pesar de la victoria, un Maradona en paz dijo “ellos hablaron, y nosotros vamos a hablar en la cancha”. Y al decir verdad, lo hicimos. Mascherano se burló del color amarillo a la hora de defender; Heinze pidió a gritos que le quiten el mote de “ gringo”, Di María más que nunca recordó lo que significaba la palabra “hambre”; De Michellis tuvo todas sus facultades intactas, incluso los sesos; Otamendi proyectó el volumen de su cuerpo hasta el infinito; el Chiquito trataba de abrir todavía más los ojos;  Messi quiso que la cancha le quedara chica; Carlitos tomaba impulso ante las faltas olvidada;, Burdisso quiso ser ese buen amigo que quería que todos estuvieran juntos y a Pipita se lo castigó por querer estar siempre” un paso adelante”.

Como dijo Diego, hablamos y mucho. Hablamos lindo y hablamos bien. Tan bien hablamos que hasta Niembro quiso cambiar su pelota de dirección. Y fuimos tan grandes que incluso, a pesar de las lágrimas, muchos fueron los que saltaron en el Obelisco, incluso con un 4 a 0 cuestas.

Este partido dejó en evidencia y tradujo en un lenguaje comprensible para todos las grandes dicotomías que tiene hasta la vida misma. La  emoción versus lo mecánico. Exaltar las virtudes o aprovechar los errores ajenos para enaltecernos. La garra o la estrategia.  Hoy nuestras lágrimas están más llenas de contenido que sus festejos, porque no sólo les dejamos espacio para el resultado, sino también para un partido con gloria.

 Si esta afirmación resulta incomprensible, no  hay que hacer nada más que comparar lo que pasa con una noche de machos en un bar. Uno de los compas relata  su nuevo polvo mecánico con una piba que es un infierno. Otro se anima a hablar del beso más lindo del mundo con esa chica a la que siempre quiso, pero sin pasar a mayores. El “bien papá” le correspondería al primero, mientras que el otro distaría de ganarse el mejor de los apodos. ¿Pero no sería lindo ver otra charla de esos mismos amigos dentro de cuatro años?

Hoy Merkel, después del festejo, se va a poner a hacer cuentas de los ajustes que hará en su país después de la amplia suma de dinero que invirtió para que Dios fuera alemán. Mientras que nosotros, después del resultado, nos vamos a animar a crecer. Porque el Diego, a pesar del 4 a 0, nos dejó a los argentinos una lección tal vez muy difícil de aprender: la de confiar. Porque a pesar de volver a casa, nadie se puede llenar la boca hablando mal de nadie. Ganar hubiera sido hermoso, pero con un equipo como el que tuvimos, incluso da gusto perder. Porque lo bello y lo bueno da sus frutos en el largo plazo y hoy, nuestras lágrimas se adjudican la misma hermosura que el juego de nuestro equipo, porque tanto en los pies de los once, como en nuestras bocas, están guardadas las sonrisas del mañana.