miércoles, 17 de septiembre de 2008

Oooh, vamos a la guerra!

Por suerte había llegado la hora de la contienda. Las tropas de monstruitos ya no soportaban la quietud ni la displicencia con la que todo sucedía. Permanecer sin matar, sin enfrentarse contra los otros generaba un estado de excitación tal que ni las jornadas de grandes orgías y las noches de canibalismo lograban calmar. Después de varios días nublados volvimos a ver el sol y eso pareció reconfortar un poco el ánimo de los soldados. Pero sólo un poco. Conciente de eso, Virgilio comandaba todo desde la carpa central y, al ritmo del Whiscolet y partidas de T.E.G., planificaba las tácticas con las que en unos minutos enfrentarían a los Orangutanes: los vamos a hacer mierda, decía después de cada vaso. Homero, mientras tanto, se limpiaba la pierna del medio que, minutos atrás, había sido empleada para satisfacer a uno de los monstruitos, y luego se colocó la armadura que él mismo había confeccionado. De a poco, todo fue, lo que se dice, tomando color. Los monstruitos de mayor rango alistaron al ejército con una rapidez notable: bastaron algunas palabras en ese idioma que jamás pude llegar a conocer para que los más veloces se colocaran al frente del batallón, los más altos justo detrás de ellos y por encima de todos los monstruitos voladores. Un espectáculo difícil de olvidar, verlos ahí, juntos, ordenados, controlados, dispuestos a avanzar sin demasiadas preocupaciones, como si fuesen a pasar un día de campo pero con hachas, alabardas, lanzas, espadas y arcos largos. Por su parte, las armaduras ofrecían un espectáculo propio no sólo por los diversos colores, sino, además, por las distintas formas que cada una tenía para adaptarse a los cuerpos de cada monstruito. Una imagen hermosa: adornos, objetos y cuerpos a punto de enterrar la modernidad en el campo de batalla.
Al frente del batallón, Homero y la mujer de boca torcida dialogaban mirando un mapa. Yo estaba junto a las carpas, a la espera de que Virgilio saliera y fuese a reunirse con los otros. Todos esperábamos por algo, en verdad, todos esperábamos por Virgilio, pero nadie lograba reproducir la espera de la muerte que desde hacía días se había instalado sobre aquél descampado. Aunque creo que lo cierto era que sólo yo reparaba en ella.
–Mandrake, vení un segundo –dijo Virgilio desde la carpa. Me levanté del tronco desde el que había contemplado todo el despliegue anterior y fui hacia allá. Sobre la mesa, además de un gran mapa, había varias botellas vacías de Whiscolet. Virgilio, arrodillado, vomitaba una sustancia verde.
–¿Qué pasa, te fuiste de mambo?
–Sí, esta vez se me fue la mano con el Whisco… – y un nuevo vómito le interrumpió la frase–. Disculpá, no me tomé muy en serio todo esto. Vas a tener que hacerme un favor. Agarrá mi armadura y ponetela… Bien, te calza justo, Homero ya está al tanto, pero yo… -otro vómito volvió a interrumpirlo–, la puta madre, siempre me olvido de que no soy uno de estos monstruos de mierda, te decía, yo despierto algo en esos monstruitos y por eso acordamos que tomaras mi lugar. Quedate tranquilo, no te van a reconocer. Tomá, limpiale un poco el vómito y después ponete este casco… Genial, ahora andá para allá, Virgilio te va a decir lo que tenés que decirles para que te sigan, del resto se encarga él.
Salí de la carpa y caminé hacia donde estaban Virgilio y la mujer. Los monstruitos, al notar mi presencia, comenzaron a gritar de un modo espantoso.
–No te asustés por los gritos, sólo es un poco de amor –dijo Homero y luego me dio unos golpes en el casco. La mujer amenazó con besarme, pero la detuve con los brazos; ellos se rieron.
–Esta vez no te va a pasar nada. Ahora dame un beso, que si no van a empezar a sospechar que acá hay algo raro.
La besé, mejor dicho ella me besó y mientras sentía los labios torcidos sobre los míos, Homero me golpeó un par de veces el culo.
–Es suficiente –dijo–. Ahora sí empieza la posta. Vamos hacia allá y no dejes de repetir exactamente todo lo que te diga.
Nos acercamos unos metros más hacia las tropas. Homero permanecía serio; la mujer, con la boca torcida, y yo simplemente estaba a la expectativa del fracaso.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

temazo de the clash!!
saludos

Siesta escandalosa dijo...

Con soldados y The Clash: feliz again.

lupanar dijo...

"siempre me olvido que no soy uno de estos monstruos de mierda"
buena con spanish bombs!
saludos!

Jirafas dijo...

anonimate, temazo ese, es verdad, letra genial y ritmo compado.

siesta, no se si con soldados, pero con the clash always happy

lupanar, como anda?

saludos para todos

lupanar dijo...

como barrilete en día nublado, usté?

Jirafas dijo...

un poco cansado, pero contentos de que ya esté cerca el fin de semana.
besos

Anónimo dijo...

me encantó,jirafo,yo soy admirador de la litlle,pero te sigo con la saga de los monstruitos,un poco antes,creo, cuando hiciste la crónica de tandil con los redondos,buenísimo todo,me encanta como escribís. Pienso que los mosntruis quedarían bárbaros en un comics
abrazo
nacho bremer